sábado, 23 de abril de 2011

Monólogo de la mujer moderna

Adapto una columna que leí en el periódico que me parece excelente exponerla en mi blog:

"Son las 6:00 a.m. El despertador no para de sonar y no tengo fuerzas ni para tirarlo contra la pared.

Estoy acabada. No querría tener que ir al trabajo hoy. Quiero quedarme en casa cocinando, escuchando música, cantando, y si tuviera un perro, lo pasearía por los alrededores.

Me gustaría saber quién fue la bruja imbécil, la matriz de las feministas que tuvo la puta idea de reivindicar los derechos de la mujer y por qué hizo eso con nosotras que nacimos después de ella.

Estaba todo tan bien. En el tiempo de nuestras abuelas, ellas se pasaban el día bordando, intercambiando recetas con sus amigas, enseñándose secretos de condimentos y remedios caseros, decorando la casa, podando árboles, plantando flores, recogiendo legumbres y educando a sus hijos. La vida para ellas era un curso de cocina, medicina alternativa y manualidades hasta que llego la MAL PARIDA que cambio todo.

Y después, se puso mejor: llegaron el teléfono, las telenovelas, la píldora, las tarjetas de crédito, el centro comercial y, ahora, el internet. Cuántas horas de paz, solaz y realización personal nos podría haber dado la tecnología, hasta que vino una pendeja a la que, por lo visto, no le gustaba el brassier a contaminar a otras rebeldes inconsecuentes con ideas raras como "vamos a conquistar nuestro espacio". ¡¡ QUÉ ESPACIO NI QUÉ CARAJO !! Si ya teníamos la casa entera. Todo el barrio era nuestro, el mundo estaba a nuestros pies.

Teníamos el dominio completo sobre los hombres, ellos dependían de nosotras para comer, vestirse y verse bien ante sus amigos. Y ahora: ¿dónde carajos están?

Este chistecito de la liberación acabó llenándonos de deberes y lanzándonos al calabozo de la soltería. Antiguamente los casamientos duraban para siempre. Entonces, díganme ¿por qué un sexo que tenía todo lo mejor, que sólo necesitaba ser frágil y dejarse guiar por la vida, comenzó a competir con los machos?

No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con tetas y culo duritos, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio, además de morir de hambre, ponerme hidratantes antiarrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a toda hora, maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente hasta el escote, tener el pelo impecable porque las canas son peor que la lepra y elegir bien la ropa y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo. No me falta más, tener que decidir qué perfume combina con mi humor o tener que salir corriendo para quedarme embotellada en el tránsito y tener que resolver la mitad de las cosas por el celular, correr el riesgo de ser asaltada, de morir embestida por un IDIOTA motorizado, instalarme todo el día ante el PC trabajando como una esclava (moderna, claro está) con un teléfono al oído y resolviendo problemas uno detrás de otro, que además ni son mis problemas. Todo para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, porque para llorar de amor no hay tiempo). Y mira que teníamos todo resuelto.

Estamos, pues, pagando el precio de estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, uñas perfectas, sin hablar del curriculum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades.

Nos volvimos las 'super mujeres', pero seguimos ganado menos que ellos. ¿No era acaso mucho mejor seguir tejiendo en la silla mecedora?

¡¡¡ BASTAAAAAAAA !!!


Quiero que alguien me abra la puerta para que pueda pasar, me corra la silla, me mande flores, me escriba cartitas con poesías y me dé serenatas en la ventana. ¿Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar, para qué había que demostrárselo a ellos?

¡Ay Dios! Son las 6:30 a.m. y tengo que levantarme. Que fría está mi solitaria cama. Quiero un maridito que llegue del trabajo, que se siente en el sofá y me diga: ¿Mi amor, qué hay de cenar? Porque descubrí que es mucho mejor una cena casera que atragantarme con un sandwich y una Coca Cola light mientras termino el trabajo que me traje a casa.

¿Piensas que estoy ironizando? ¡ No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas... y abandonadas PENDEJAS ! ESTOY HABLANDO MUY SERIAMENTE.

ESTOY ABDICANDO A MI PUESTO DE MUJER MODERNA.

¿Alguien más se suma?